viernes, 26 de agosto de 2011

LOS QUE AMAMOS A JULIO

Los que amamos a Julio, sabemos de magia, de Bird y melancolía...
Hemos recorrido los barrios de París, siguiendo la nostalgica sombra de la Maga y su dolor Rocamadour, soñamos revoluciones entre  recortes de diarios y cajas de fósforos del libro de Manuel, sabemos que casi nadie va a sacarlo de sus casillas, ni a sacar los muertos a que tomen aire, ni a meter las mitras en la mayonesa.
Aprendimos también de un hermano despierto, perdido en los montes en nuestras horas de sueño, y, durante días hemos memorizado instrucciones para subir escaleras y darle cuerda al reloj.
Más de una vez hemos despertado sobresaltados a causa de famas molestando cronopios, sabemos de fantomas y conejos, sufrimos la intensa, dolorosa genialidad del perseguidor y, sin más, aprendimos a amar el jazz , las pipas y Nicaragüa.


GRACIAS MAESTRO, y FELIZ CUMPLEAÑOS!


CASI NADIE VA A SACARLO DE SUS CASILLAS (ÚLTIMO ROUND- Julio Cortázar)


ME CAIGO Y ME LEVANTO (POEMA LEIDO POR JULIO CORTAZAR)




domingo, 14 de agosto de 2011

PEDAGOGIA DEL LAPIDADO

Reproduzco aquí el discurso de el Dr. Eugenio Zaffaroni, pronunciado en el acto de desagravio que se realizó en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Una clase magistral sobre la llamada "Criminología Mediática", un análisis profundo, que incluye las diversas y complejas aristas y motivaciones de un montaje mediático.

Pedagogía del lapidado

Por Raúl Zaffaroni
Han llegado a mi conocimiento interpretaciones del hecho que me afecta vinculándolo con conflictos a los que soy por completo ajeno. En principio, a mi juicio no tiene esto nada que ver con cruces que puedan tener otros poderes del Estado con diferentes grupos empresariales o de medios ni con otros intereses. Las interpretaciones en ese sentido las respeto, pero corren por cuenta de quien las hace y no son la mía. Tampoco tienen nada que ver con este hecho personas a las que se pretendió vincular, como candidatos, dirigentes políticos y altas personalidades de la Iglesia. Todos ellos me merecen el mayor de los respetos que, por otra parte, es el mismo que he puesto de manifiesto en toda ocasión. Nos hallamos en una etapa electoral que, codazo más o menos, quienes recordamos tiempos oscuros, la vivenciamos como una fiesta de la democracia. En modo alguno debe permitirse que se mezcle con esto.
Aunque no sea sencillo, debemos calmarnos y observar con alguna distancia los hechos. Las difamaciones pasan, unos pocos las creen, otros pocos simulan que las creen, los más las repudian; las elecciones también pasan, unos las ganan y están felices, otros las pierden y quedan tristes, pero debemos todos juntos mantener las condiciones para que siempre vengan nuevas elecciones.
Para no confundir los hechos con el marco, prefiero elegir como tema para esta clase inaugural un análisis detallado del hecho en el marco de lo que en varias publicaciones vengo denominando criminología mediática.
- Observador participante. Las circunstancias han querido que me halle en la curiosa situación de un observador participante, cuyo rol es el de objeto de una tentativa fallida de construcción mediática de la realidad (en el sentido de Berger y Luckmann). No es posible asumir la función de observador participante sin estar involucrado en el hecho investigado, pero el éxito del método depende de la distancia que logre poner el observador a la hora de extraer las consecuencias.
- Caracterización del hecho. Estimo que el hecho puede caracterizarse como lapidación mediática. Sé que no faltan quienes prefieren linchamiento mediático, pero existe una diferencia sustancial, señalada por René Girard: en el linchamiento se toca materialmente a la víctima; en la lapidación se la persigue arrojando piedras hasta que ésta sucumbe o se precipita al vacío; los ejecutores son anónimos, nadie se atribuye el resultado y nadie se contamina físicamente con la víctima. En lo mediático, evitar la contaminación física es una coartada importante (¡Se mató solo! ¡Nadie lo tocó!). La lapidación responde al llamado de un empresario moral en el sentido de Bronislaw Malinowski, es decir, de alguien que llama la atención sobre un hecho e invita a arrojar piedras. Pero las motivaciones del empresario moral no necesariamente son las mismas de quienes se van sumando a la tarea lapidaria.
- Motivaciones. En este caso los lapidadores actúan con muy diferentes motivaciones. Veamos:

1

Una ONG en busca de promoción para desplazar a posibles competidoras.

2

Sectores minoritarios de seguridad afectados ávidos de venganza (y de advertir a otros) porque el lapidado promovió el secuestro de 4.000.000 de dosis de paco y el procesamiento de más de 100 personas.

3

Sectores de burócratas internacionales o de sus subordinados o lacayos locales, preocupados por lo que el lapidado discurre acerca del crimen organizado y en especial respecto del lavado de dinero. Tienen alcance internacional y se han ocupado de difundir el hecho.

4

Sectores vinculados a intereses locales a los que resulta molesta la actual composición del máximo tribunal y su prestigio nacional e internacional.

5

Sectores de los medios que difunden el discurso vindicativo y empujan hacia el Estado gendarme, molestos porque se les analizan y ponen de manifiesto sus técnicas y sus artimañas generadoras de pánico moral.

6

Personas con escaso éxito político –algunas sólo viven de la política y de la denuncia gratuita– a las que el hecho puede brindar un escenario que sus dotes no les ofrecen (Somos los únicos limpios, todos los demás son sucios).

7

Profesionales que ven afectados sus intereses por las sentencias del tribunal, sobre el cual no pueden ejercer poder.

8

Profesionales que ambicionan ocupar un día el lugar del lapidado y envidian su prestigio y conocimiento (¿Por qué él, si yo soy más?).

9

Empleados de empresas amarillistas que procuran obtener la noticia del año y ser premiados con algún emolumento complementario.

10

Personas vinculadas a la dictadura militar o a sus simpatizantes.

11

Quienes suponen que a través del lapidado pueden erosionar a otras instituciones o personas.

12

Personas ideológicamente enfrentadas (aunque este subgrupo por lo general es reducido, porque siempre quien tiene una ideología tiene también una cosmovisión y esto impone algunos límites éticos).
La lista de lapidadores puede extenderse, pues el enunciado anterior no es exhaustivo, aunque es suficientemente demostrativo de la pluralidad de motivaciones. Lo importante es destacar que sin un empresario moral no hay lapidación, pero que tampoco la hay si no existe una cantidad de personas dispuestas a escuchar su llamado y a lapidar, aunque sus motivaciones sean por completo diferentes.
- Perfil del agredido. El segundo elemento a tener en cuenta es el perfil del agredido. Ante todo debe elegirse a alguien al que se considera capaz de quebrarse o incapaz de resistir las pedradas. Cabe presumir que el perfil de quien por lo general tiende a resolver o minimizar conflictos lo hace porque es vulnerable. El lapidado piensa que la víctima tiene puntos débiles en su vida por los que puede entrar su ponzoña y, como no los conoce, proyecta sobre la víctima su propia inmoralidad como deducción. El apedreador arroja las piedras sin estar seguro de dar en el blanco y, con la esperanza de hallar alguna falla en la víctima, presume que ésta –al igual que él– sufre la misma carencia de escrúpulos y valores, por lo que puede equivocarse fácilmente.
Cuanto más inmoral es el apedreador, mayor es la inmoralidad que proyecta sobre la víctima, al imaginarla parecida a él. El lapidador imagina una combinación de morbosidad y ambición desmedida de poder y dinero. Aunque el lapidador no dé en el blanco sigue insistiendo sobre la víctima con la esperanza de golpear mejor, pero tampoco sabe muy bien si lo conseguirá, en especial cuando a la víctima no se le encuentran fallas reales escandalosas. El perfil respetable, conservador y solemne del agredido favorece los golpes del lapidador, pues puede más fácilmente tildar a la víctima de hipócrita, pero es mucho más difícil golpear a una víctima cuando ésta tiene perfil transgresor, como en este caso.
- Instrumento. El principal instrumento de lapidación es la prensa amarilla, que es una patología de la comunicación que por regla general tiene un público cautivo cercano al de la clientela de la pornografía. Esta empresa no conoce ningún límite ético. Si bien en la ética periodística existen muchas zonas grises, la empresa amarilla no reconoce ni siquiera los principios más elementalísimos de la ética, los viola todos. Si no hiciese esto carecería de capacidad de lesión al proyectar su propia inmoralidad sobre el lapidado.
Es interesante observar que la prensa amarilla se vale de un proletariado de jóvenes que cumplen las tareas menores y más desagradables, necesitados de su salario –que debe ser miserable– y que mientras arrojan piedras sobre el lapidado le piden disculpas porque están trabajando y hasta le envían mensajes más o menos anónimos de adhesión disculpándose por no aparecer públicamente en su defensa. Algo análogo suele suceder con algunos de quienes practican personalmente la tortura.
La inmoralidad de la prensa amarilla causa a estos jóvenes serios problemas de conciencia. Las consecuencias últimas de esta degradación del proletariado del amarillismo en la personalidad de los explotados no son menores, considerando que se trata de personas muy jóvenes y que conservan restos de dignidad y valores.
- Mecánica de la agresión. La mecánica de la lapidación mediática asumió en el caso una forma bastante compleja. Se abrió con la difusión de mails hackeados, adulterados e inventados, publicados en un sitio cuya dirección electrónica fue difundida por la prensa no amarilla. Primera tentativa de lesión a la autoestima de la víctima.
Previamente, la víctima fue sometida a un estudio completo a efectos de obtener información que pudiera ser material de extorsión. El resultado de esta investigación fue alertar al banco extranjero del que la víctima era cliente desde hacía veinticinco años y éste decidió cerrarle su cuenta en razón de ser una persona políticamente expuesta. (Cabe observar que si la víctima hubiese operado con un testaferro la cuenta no hubiese sido cerrada, lo que indica que algo anda mal en el mundo y no sólo en lo local.) El banco adoptó una actitud francamente discriminatoria con un cliente antiguo y con una cuenta cuyo movimiento era ínfimo y transparente. Se comunicó con el cliente y le informó poco menos que no quería problemas con un sudaca con un depósito despreciable. Segunda lesión a la autoestima de la víctima.
Sucesivos recados telefónicos eran dejados todos los días avisando lo que se publicaría en la prensa amarilla al día siguiente. Los llamados eran insistentes, reiterados varias veces al día, dejados en el contestador, remitidos a la cuenta de mail. El objetivo era mantener al hostigado en permanente estado de zozobra y alteración del sueño, induciendo una fijación persecutoria. Esto hubiese sido muy grave en caso de personalidad paranoide. También se buscaba que éste se preguntase permanentemente si había hecho algo errado. Frente a una personalidad culpógena esto podría acarrear una grave depresión e inducir errores de conducta. No fue el caso de la víctima de este hecho, que no tiene personalidad paranoide ni mucho menos culpógena, como máximo quizás un poco esquizoide.
Esos estados se potencian a través de los mismos métodos aplicados a todo el equipo de colaboradores, hostigados a distintas horas del día y de la noche. El objetivo fue desestabilizar a éstos, cada uno de los cuales tiene sus propias características conforme a las cuales reacciona y, en su afán por contener el avance del hostigamiento, desconciertan al hostigado, que se ve obligada a contenerlos. A ese efecto la prensa amarilla se agenció los teléfonos celulares de todo el equipo mediante procedimientos que no se conocen, pero no cabe descartar su carácter corrupto.
Paralelamente se procedió a instalar una guardia de fotógrafos en la puerta del domicilio particular del hostigado y a fotografiarlo cuando entraba y salía de la casa y a seguirlo cuando caminaba por la calle, como también a todas las personas que entraban y salían, a interrogarlas, a mostrar las fotos a los vecinos para que identificasen a cada uno, a fotografiarlo en el acto electoral, a interrogar al personal de servicio. Esto buscaba producir en la vida hogareña del hostigado el mismo efecto reproductor que con sus colaboradores, en forma tal de impedirle eludir la tensión y la zozobra en ningún momento del día ni de la noche.
Entre los hechos extraños que tuvieron lugar en forma contemporánea al hostigamiento se produjo la visita de una mujer, que intentaba entrar al domicilio del hostigado, con el pretexto de ejercer la prostitución y ofrecerse para armar una coartada. Si bien puede ser una coincidencia provocada por una persona desequilibrada, no cabe descartar otras hipótesis.
Con todo esto se busca que el hostigado esté fijado en el hecho en forma permanente, lograr que no piense en otra cosa, impedirle la distancia del hecho y la consiguiente reflexión y hasta el descanso. Si esto no doblega psicológicamente al hostigado, éste debe cargar con la pesada tarea de alertar constantemente a los colaboradores, convivientes, personal de servicio, vecinos, etcétera.
Uno de los objetivos del hostigamiento era individualizar al apoderado de la víctima, proyectando sobre ésta la propia inmoralidad en la idea de que esa persona era un testaferro encargado de sus negocios sucios. En realidad la desilusión debe haber sido absoluta. No dudo de que hayan acudido al Registro de la Propiedad y verificado que éste es un monotributista que sólo posee una casa prefabricada de fin de semana en una provincia y un automóvil. Otra pedrada sin eficacia.
Alertada la víctima por el llamado del banco extranjero y en pleno trámite de transferir el dinero de la cuenta al país en forma perfectamente legal, se mantenía atenta acerca de la posibilidad de manipulación deformadora de esta información, lo que llegó el día viernes, con el adelanto por recado de la noticia de que el sábado explotaría sobre ese hecho un segundo escándalo. Con seguridad que el banco no suministró información y la prensa amarilla volvió a proyectar su propia inmoralidad y presumió que había una cuenta oculta o una suma enorme e inexplicable de dinero. Por tal motivo el hostigado le abortó la maniobra con una conferencia de prensa en Santa Fe y expuso públicamente lo referente a la cuenta y a la actitud discriminatoria del banco. La prensa amarilla de inmediato desmontó el operativo del segundo escándalo.
Un periodista publicó la falsa noticia de que la víctima había mantenido en la Casa de Gobierno una reunión de alto nivel con ministros del Poder Ejecutivo. Esto tenía toda la intención de provocar una justificada indignación de la dirigencia política opositora contra el hostigado. Afortunadamente éste la pudo desmentir públicamente de inmediato y en general la actitud de los políticos fue sumamente mesurada y prudente.
Como parte del hostigamiento, un sujeto usó el nombre del hostigado en Twitter y después de enviar varios mensajes divulgó la noticia de que había renunciado, lo que desconcertó incluso a algún dirigente político y provocó una catarata de llamadas al tribunal y al interesado, creando mayor zozobra y tensión entre las personas que lo rodeaban en su trabajo y en su domicilio.
Provocada una reacción masiva de repudio contra la prensa amarilla, un diario publicó la noticia de que las muestras de apoyo y solidaridad del exterior son obtenidas por medio de una gestión oficial. El supuesto gestor oficial es absolutamente desconocido en todos los medios académicos y universitarios del exterior.
Un comunicador excedió el marco del poder mediático emplazando al hostigado a que comparezca ante alguno de los medios para los que trabaja a dar explicaciones, porque de lo contrario debería darlas en el Congreso de la Nación, exigencia curiosa y extraña por cierto, considerando que quien la formula carece de toda función pública o de representación popular.
La prensa amarilla, frente al desprestigio que le provocó una solicitada de numerosos periodistas de diferentes medios y colores, trató de descalificarla afirmando que una de las firmas correspondía a un periodista que no había autorizado su inclusión en la solicitada. Resultó ser la de un periodista homónimo.
Ante el fracaso de la lapidación frente a la reacción masiva de repudio, la prensa amarilla trató de poner distancia del hecho, afirmando que sólo se limitó a tomar una noticia de otro medio; lo cierto es que el otro medio es un diario que alcanza el punto máximo de impudicia e ictericia y que pertenece a la misma empresa. Esto puede obedecer a la tentativa de evitar una demanda civil, aunque no parece que le preocupe demasiado; cabe pensar que su preocupación finca en el repudio general y profesional y, en definitiva, en el ridículo, del que –como alguien dijo– no se vuelve.
Como ya no quedaba nada que aclarar ni agregar, un diario difunde supuestos enfrentamientos o malestares en el seno del tribunal, información que parece proceder de un personaje de triste figura y facies inexpresiva, que por lo general comunica trascendidos insólitos (usualmente llamados chismes) y que deambula escondiéndose detrás de las columnas del Palacio de Justicia.
- Objetivos de la agresión. Como las motivaciones que mueven a los lapidadotes no son las mismas, tampoco los objetivos coinciden: unos buscan destruir psíquicamente al hostigado, dese-quilibrarlo para que reaccione de modo erróneo, sorprenderlo en esa reacción y mostrarla como confirmación de su inadecuación a los reclamos del rol. Pero otros pueden buscar objetivos menos personales y más concretos: 1) obtener su alejamiento de la función y el desprestigio institucional; 2) inferirle el mayor daño posible; 3) generar una confusión política en medio de una campaña electoral; 4) provocar un enfrentamiento con los colegas del tribunal y desarmar la armonía y respecto que debe primar entre ellos; 5) desarmar el prestigio internacional de la víctima y anular su palabra en los foros extranjeros; 6) o simplemente causar confusión y afectar la vida democrática del país hasta donde les fuese posible.
- Razones por las que no fueron alcanzados los objetivos. Las razones por las que la lapidación no obtuvo el efecto deseado son varias, poniendo de manifiesto que la construcción mediática tiene límites.
En efecto: Si bien existió un problema de consorcio, la vinculación del hostigado con este problema nunca pasó de la firma de las escrituras traslativas de dominio de los inmuebles en que se practicaba, dado que no los administraba y tampoco firmaba los contratos de locación, todos a precios de plaza, nunca conoció a los inquilinos y en muchos casos ni siquiera los inmuebles. Como todo esto está perfectamente documentado, el hostigado no fue golpeado en su estabilidad emocional.
Por otra parte, las denuncias de trata de personas y de lenocinio no parecen tener fundamento en los hechos, pues hasta el momento lo que parecería haberse producido es la desnaturalización de los contratos de locación por violación de la prohibición de subalquilar y por la violación del reglamento de copropiedad en caso de eventuales molestias producidas por los subinquilinos.
Las afirmaciones de una diputada no han resultado fundadas y, además, ha admitido que conocía los hechos desde hace dos años, sin que lo notificara al hostigado, lo que indica su clara intención de reservarse la información y provocar el escándalo por la prensa amarilla durante la campaña electoral. La versión lapidaria no resulta convincente porque no puede mostrar cuál es la supuesta ventaja que alguien puede obtener de alquilar inmuebles al precio de plaza para que se ejerza la prostitución, cuando los puede alquilar al mismo precio para otro objetivo que no le acarrease problemas.
Menos aún lo hay para creer que un profesional que puede retirarse a la actividad privada y ejercer la profesión con buenos honorarios, incluso pagados por algunos de los que lo imputan (que lo quisieran a veces como abogado), emprenda una actividad absurda con su nombre y apellido y sin que le aporte ninguna renta mayor de la corriente.
Pero si bien la construcción de la realidad intentada excedía los límites de las posibilidades de ésta por inverosimilitud, en cuanto al hostigamiento lo que impidió que se alcanzase alguno de los posibles objetivos en el caso fue que el hostigado no carecía de experiencia política y mediática. Si el hecho se hubiese concretado contra una persona sin esa mínima experiencia, hubiese sido imposible evitar alguno de los objetivos dañinos propuestos. En síntesis: Por un lado se verifica que la construcción de realidad tiene el límite de la alucinación: una ilusión puede llegar a tener éxito, pero una alucinación nunca puede tenerlo. Por otro lado, se prueba que el hostigamiento tiene el límite que le pone la personalidad y la experiencia de la víctima.
- Consecuencias sociales del hecho. Evaluando el hecho en cuanto a sus consecuencias sociales negativas, podemos señalar tres diferentes niveles de efectos.
En el plano comunicacional, la generalización de esta metodología de hostigamiento crearía el grave riesgo de estimular a los que en toda sociedad tienen vocación de inquisidores para que un buen día impulsen una ley mordaza. Esto debe evitarse a cualquier precio; la única ley de prensa tiene ciento cincuenta y ocho años y es muy buena: es la Constitución nacional. No sólo no se necesita sino que es menester rechazar terminantemente cualquier intento de otra ley de prensa acerca de contenidos. El amarillismo no se combate con censura, sino con definiciones. Se lo combate evitando que los medios serios se mezclen con el amarillismo, aunque eso pueda arrojar algún rédito pasajero e inmediato. Esa mezcla venenosa debilita la credibilidad de los medios y fortalece a los partidarios de la censura.
Una vez aislado de los medios serios, el amarillismo no molesta, pues al igual que la pornografía tiene un público cautivo y hace su negocio, sucio pero tolerable, porque su público sabe lo que lee (este es el otro aspecto que lo asemeja a la pornografía).
En lo político, la generalización de estos hechos puede llevar a la opinión la impresión de que en la política y en la función pública nadie está limpio, que todos los candidatos son sucios, que todos se mueven por intereses bastardos, que no hay ideales ni vocación de servicio. Eso es la antipolítica y ésta es el campo de cualquier aventurero extrasistema y siempre fue el preludio de todas las dictaduras, con costos invariablemente muy altos para los pueblos.
En lo antropológico no puedo dejar de observar que para intentar destruir psíquicamente a una persona se requiere una pulsión de odio tan brutal que en otras condiciones se materializaría en forma directamente destructiva en el plano físico. Me pregunto qué mueve semejante pulsión destructiva. ¿Qué genera o motiva semejando grado de odio? Y llego a la conclusión de que en el fondo es el afán crematístico y de poder. Poder y dinero es la clave. ¡Son locos! ¡Están alienados! Han alcanzado un grado tal de alienación que olvidan el viejo adagio popular: no hay mortaja con bolsillo. Si es que ya no lo tienen, reunirán el dinero que les alcance para vivir muchas vidas, pero no los vivirán, porque hay una sola y única vida, con límite infranqueable. Quizás esta afirmación sea demasiado existencialista y, por ende, resulte un poco pasada de moda, pero no puedo dejar de llamar a la reflexión desde esta perspectiva frente a semejante grado de alienación.
Un día todos podemos estar en la cama de un hospital mirando al techo sin saber si mañana o dentro de un rato lo podremos ver. ¿Qué consolará a estas personas en ese momento? Se han olvidado que todo ser humano que nace es ya suficientemente viejo como para morir y mañana mismo podemos no estar. El afán crematístico les borra la conciencia hasta ese límite; Tánatos los domina por completo. Por suerte son los menos, porque de lo contrario la especie humana no tendría futuro y yo creo que lo tiene. La humanidad no está representada por ellos: prueba es la presencia de todos ustedes.

jueves, 4 de agosto de 2011

LA SAÑA CONTRA EL JUEZ

"El peligrosímetro manda matar toda sombra que se mueva, los grandes medios de comunicación son grandes miedos, las campañas electorales parecen películas de terror y la criminología corre el peligro de convertirse en una ciencia de las cerraduras.
¿De dónde viene este mundo nuestro, cada vez menos nuestro? ¿Adónde va, adónde vamos?
Este libro pregunta y ayuda a preguntar, busca y ayuda a encontrar.
Es obra de un gran jurista, a quien nada de lo humano le es ajeno, y está escrito en un lenguaje claro y eficaz: gracias a la maestría de su mano, las palabras de Zaffaroni vuelan más allá de las fronteras jurídicas y más allá de todas las fronteras
."
Eduardo Galeano
Contratapa “Las palabras de los muertos”,
De Eugenio Zaffaroni.

El juez le cuenta a su entrevistador,  que, entre algunos de sus hobbies, se encuentra una afición  por los cactus. Los colecciona, tiene cerca de cien. Requieren de  unas atenciones muy específicas, un determinado regado, un especial cuidado de sus raíces, y bastante paciencia. El cactus no es una planta cualquiera.
El juez no es un juez cualquiera. Es, sin duda uno de los juristas argentinos más reconocidos a nivel nacional e internacional. Dicen, los que saben del tema, que su Manual de Derecho Penal está a la altura de la obra de Alberdi.
 Su larga lista de honoris causa en diversas universidades del mundo, (Italia, Santo Domingo, Perú, Río de Janeiro, Uruguay y la lista sigue), su tarea como docente en otras tantas universidades, sus distinciones, por nombrar alguna, pongamos la del jurado mundial independiente que lo galardonó con el Premio Estocolmo en Criminología, entre otras. Su tarea como pionero en la explicación del genocidio cometido por el último gobierno de facto de Argentina, sobre la base de la teoría criminológica, y la utilización de ésta como  evaluación de propuestas conducentes a la prevención de los asesinatos en masa por parte del Estado, todos esos honores y distinciones despiertan tanta admiración como recelo.
            No es un juez simpático a los poderes aliados del establishment, su críticas al sistema carcelario y policial, a la criminalización de la pobreza, a los medios de comunicación como estigmatizadores de los pobres como delincuentes, lo que ha dado en llamar “la criminalización mediática”, su larga militancia (por favor, desasnen  al señor Hadad y aclárenle  que militancia no viene del término militar en su acepción castrense) en pro de los derechos de los excluidos, sus posturas políticas, su intervención en los fallos que anularon las leyes de impunidad, su impulso en temas como  la despenalización de la tenencia de drogas para consumo personal, su claridad de conceptos  y su faltas de pelos en la lengua, los irrita.
            De todos modos, para el juez Eugenio Zaffaroni, asediado ahora por una opereta mediática que poco tiene que envidiarle a los secuaces británicos de Rupert Murdoch, eso no ha sido motivo de preocupación alguna, y cada una de sus bien fundamentadas posturas las ha sostenido a lo largo de los años.
            En ese sentido,  no puede dejar de notarse la ironía que implica que, pocos días después de la presentación de su  libro “La palabra de los muertos”, un trabajo que es “el producto de casi tres décadas de estudio y reflexiones, y que, no obedece sólo a razones académicas, sino a un “objetivo político-social”: el de desafiar a la “criminología mediática”, aquella que pinta un mundo amenazado exclusivamente por el delito común y el terrorismo; aquella que se construye desde los medios de comunicación, al servicio del poder y de un modelo de “Estado gendarme” o “policial” de raíces estadounidenses, que infla el miedo, alimenta la paranoia, estigmatiza e instala la creencia de que la única salida está en respuestas vengativas como encerrar, castigar, reprimir y ajusticiar”. (extracto de la crónica realizada por Irina Hauser  de la presentación del citado libro, para el diario Página12, el 04/05/2011), el Dr. Zaffaroni termina convirtiéndose en víctima de esa “criminología mediática” por la cual, ya fue juzgado y declarado culpable.

            Las operaciones montadas por los medios de comunicación, en connivencia con algunos sectores de la sociedad, no son algo nuevo, ni en la Argentina, ni en el mundo. Podríamos citar a la cadena FOX  en Estados Unidos, o hablar de las vergonzosas campañas contra Evo Morales o Lula da Silva, o también remontarnos a la historia más o menos reciente de nuestro país, y recordar la guerra contra Irigoyen, “el peludo”, según los medios de la época (La Nación, La Prensa, etc), la contribución de los diarios de Natalio Botana y de la familia Mitre a la consolidación del derrocamiento de Illía, los oscuros montajes de Clarín y la editorial Perfil en los que, orgullosos de la tarea de Videla y compañía, vendían campos de concentración como casa de “descanso y rehabilitación”.
            El mismo Raúl Alfonsín soportó los embates del diario de Ernestina Herrera de Noble y la revista Somos (recordar el caso Gait Pharaon). Por eso sorprende sobremanera la actitud de su hijo, “Ricardito” quien, incapaz de exhibir algún mérito político, suele acoplarse a este tipo de operaciones.
            Está claro que no hay ilícito, que ningún juez de la nación  sindicaría al Dr. Zaffaroni como responsable de un delito y  que, a lo sumo, deberá presentarse en la cámara de diputados a brindar algunas explicaciones por  lo que, en todo caso, puede tratarse de un descuido en la administración de sus propiedades. De hecho, esas explicaciones ya fueron dadas con claridad en más de una ocasión.
También ha quedado claro que los principios fundamentales de nuestro sistema republicano y federal, (ese que tanto dicen defender los empresarios de los medios), como la presunción de inocencia han sido violentados sin el menor reparo.
Sin embargo, y  a pesar de que el mismo periodista que realizó la nota original, Facundo Falduto, de Perfil.com, ha declarado estar convencido de que el Dr. Zaffaroni no tenía conocimiento de lo que estaba ocurriendo, y de que esta “investigación”, carece de  todos los elementos que requiere un trabajo periodístico que pretenda ser serio, algo que vaya más allá de un par de zócalos con letras grandes en televisión y noticias inventadas de Pe a Pa , (como la publicada en el diario La Nación  http://www.lanacion.com.ar/1394521-zaffaroni-dijo-que-no-renunciara  que, sin citar fuentes ni dar nombres de los informantes, da cuenta de una reunión del juez con integrantes del  gobierno que, sencillamente, no existió) se sigue menenando el asunto, buscando instalar un escándalo, ensuciando con sorprendente ligereza la trayectoria de Zaffaroni y, al mismo tiempo, de una de las instituciones más importantes del país.
Aquí encontramos uno de los puntos neurálgicos  de esta  historia. No es casual la arremetida contra un juez de la Corte Suprema. La saña exhibida en este caso tiene aristas más profundas y aquellos que gusten leer entre líneas podrán intuir un mensaje aleccionador y una velada advertencia.
Una de esas aristas se revela en que,  más temprano que tarde,  la Corte Suprema de Justicia deberá dirimir sobre la tan manoseada cláusula de desinversión de la Ley de Servicios Audivisuales. Este es, en todo caso, uno de los puntos para empezar a desandar este escabroso camino. Un fallo adverso obligaría al grupo Clarín a desprenderse de algunos de sus 301 medios.
Voy a permitirme citar al Dr. Leopoldo Moreau, quien, días atrás, en una entrevista concedida a Daniel Tognetti en Fm NacionalRock, realizó una clara definición “Clarín disputa con el gobierno el poder del Estado” (Leopoldo Moreau)
No porque sea Clarín, claro, y esto ya corre por mi cuenta, sino porque para toda formación monopólica, el Estado, cuya función es controlar y regular, es su enemigo.
No es ésta una idea mía, por supuesto, ni es la teoría de un utópico setentista. Esto lo planteó Adam Smith, el padre del liberalismo y la economía de mercado.

No puede negarse que un sector de la prensa, se ha erigido en el claro líder de la oposición al gobierno y que todo su discurso, de información o de opinión, se encuentra direccionado a atacar las políticas que han sido la columna vertebral de este gobierno, “casualmente”, a aquellas que más han irritado a las porciones más conservadoras de la sociedad. Así, han pasado por una especie de picadora de carne, sin ningún tipo de límites éticos o profesionales (con esa finalidad fueron creados por ejemplo, los diarios de corte amarillista Muy del grupo Clarín, o Libre, de editorial Perfil), por el show mediático, (sólo por nombrar algunos), la Asignación Universal, el caso de las reservas del Banco Central, la estatización de las AFJP, las políticas de derechos humanos, (que han sido miserable e inescrupulosamente bastardeadas), y ahora, la Corte Suprema de Justicia, uno de los logros más notables de los últimos dos gobiernos.
Así queda evidenciado en la falsa nota de La Nación (previamente mencionada) firmada por Adrián Ventura, en la que, sin ambages, hace el intento de pegar a Zaffaroni con el gobierno y con Cristina Fernandez, quien, según la frondosa imaginación de  Ventura, le habría ofrecido su apoyo. Esto, en plena campaña electoral, apunta al desprestigio del órgano judicial y  al cuestionamiento de la independencia de poderes.

Es importante en este punto, agregar que el  cuerpo de jueces que componen actualmente la corte son de renombre en el mundo jurídico, reconocidos internacionalmente por sus méritos profesionales y su nivel académico.
El Dr. Eugenio Zaffaroni fue el primer paso en la reforma de aquella vergonzosa Corte Suprema que nos legara el menemismo. Y de ahí el poder simbólico de esta campaña en su contra, a pesar  que, durante estos años, quedó demostrado  que  no es, precisamente, lo que se llama un juez “adicto”. Más de una vez sus fallos han ido en contra de las expectativas gubernamentales, (recordar el fallo de la libertad sindical, entre otros).
Lo que, seguramente,  nadie le  puede negar, es  su trayectoria, su capacidad, y la nueva mirada jurídica que aportó en sus funciones, en un sistema que, a gritos, reclamaba (y aún reclama) cambios de fondo.
Sería,  por supuesto, un gran logro para la campaña electoral opositora, provocar la renuncia de un funcionario de la talla de Zaffaroni. Pero no cualquier renuncia, una renuncia escandalosa, sucia, que lo deje parado como un personaje de baja estofa, como lo hace ese pasquín con pretensiones de News of the World, llamado Libre. Qué triunfo para aquellos que viven en y de la mugre, ensuciar  a todos a su paso.
Pero sería,  sin duda, una gran derrota para nosotros, como ciudadanos,  sumarnos al injustificado linchamiento, y una gran pérdida para aquellos que aún creemos en la posibilidad de construir otro tipo de sociedad y en la justicia como una de las herramientas fundamentales para alcanzarla.